Pedro López Adorno (1954). Poeta, escritor, crítico literario y antólogo. Es el autor de diez libros de poesía, tres plaquettes, dos antologías (una sobre la poesía puertorriqueña en Nueva York y la otra sobre poesía posmoderna latinoamericana), una novela, un libro de crítica en torno al Altazor de Vicente Huidobro y una edición de la poesía selecta de Pedro Pietri. Sus libros más recientes son: Opera ardiente (2009) y Terapia perpetua (2018). Aparece antologado en Nueva poesía latinoamericana (1999), en Una gravedad alegre. Antología de la poesía latinoamericana al siglo XXI (2007) y en Jinetes del aire. Latinoamérica y el Caribe Poesía contemporánea (2008), entre otras. Se desempeñó como catedrático de literatura de 1980 hasta el 2012.
Tacita de combustión
(sin greca)
–
Te sentaste en el balcón para leerle
poemas a las brisas del atardecer.
Unas hormigas
se disputaban los susurros.
Pisaste algunas. Doce a lo sumo. Silogismo
de refutación o laberinto voraz
donde las hormigas al dispersarse triunfan.
Cual Pólux en boxeo imaginario con lo inmóvil
tus sílabas retan a las nubes.
Va a llover. Se oye a “Ruby” en la versión
Ray Charles y va a llover. La sensación
es silvestre. La tonalidad que van
tomando los mogotes erige ante el campo
visual lo que se podría desmentir
mas no hay tiempo para ello. Los pájaros
cambian sus acordes. Las brisas
ensayan otra transfixión
filarmónica. Bóveda de humedad
cada tarde en el cielo.
La vegetación de un sobresalto
el cafecito de las cinco la inevitable
iluminación de la lluvia sobre el Chevy
verde que te quiero verde.
Ya nadie tendrá que decirte
you’re in heaven. El sudor de estos años
no se ha evaporado del todo. Take
a chance or a slow boat
to China in your mind. Da igual.
No te enfades con la lluvia. Recuerda
que el mar te vio nacer.
Llega como tímido volcán
el primer salón de clases de tu vida.
Y allá en el fondo la casa canta
“It Don’t Mean a Thing
(If It Ain’t Got That Swing).
¿Cuál es el valor
de la iluminación del sobresalto?
Tú quieres ser los fragmentos
que otras brisas navegan. Cámara
oscura los susurros
que se disputaban las hormigas.
No eres immune a lo que pasó a mejor (o peor)
vida. Guarda ahora las sílabas.
Echale anís a la combustión y ya verás.
–
–
–
–
–
Rotación
Puede acezar el caos.
Hay olas más densas en el incendio
del jardín. Entra uno allí
sin piratear el equilibrio de los pájaros.
Hablan los árboles. Nadie descifra
lo que hablan. Sombras cuando la tarde
vuelva a la combustión del laberinto.
Baile de inaudible ardor las hojas.
Vuela uno a la hoguera. Ajorca
que atiza cofradía. La felicidad
esa brisa de sagrado estrago.
En la distancia fulgor,
lechuzas,
llamas.
*
*
*
*
*
Teoría de relatividad
–
Rigurosamente suelto nuestro ir y venir. Se parece
al del pájaro que, tras la tormenta, se le hunde en la
hierba el nido infalible. No queda otro remedio que
repensar la arquitectura. No vaya una llovizna baladí
a arruinar las virtudes del próximo coito prefijado.
Total es huidiza la simiente del resplandor que nos
convoca. No hay voz, letra, laxitud, axioma que,
como ejército de ocupación, doblegue la intemperie.
*
*
*
*
*
Otra versión del recorrido
Nos iban a tomar por sorpresa las nubes. Amenazaban
lanzarnos a los ojos huracanes. Bautizar la ruta que tomáramos con temblores de tierra.
Blindados con las rosas del jardín nos asomamos al núcleo y precipicio de nuestros fósiles errantes. Descubrimos que éramos un puente.
La dificultad era cruzarlo.
Surcando abril
Volvíamos de gira por un sábado
sonámbulo sumido en lluvia.
Momento cumbre la subasta del atril
en que leyera el poeta
de la antología inhallable.
Por aquí pasó el porvenir
y no nos dimos cuenta.
Sólo tus ojos continuaron
leyendo relámpagos. Sólo
tu boca y su temblor de hogueras.
El manjar de truenos
que pensaba reservado para mí.